mayo 28, 2004

Café Karma

Hace unos días Maru me dijo: «Mau, hace mucho que no te veo tomar café, ¿ya no tomas?», yo le contesté que en realidad no soy un gran fan del café, lo tomo cuando la ocasión lo amerita o cuando de plano estoy muy jetón y desvelado. Pero adicto a la cafeína, no soy.

Hoy desde que llegué a la oficina pensé que era una buena idea comprar un café y un pan en la cafetería de la planta baja, pero como le dí todo el efectivo que traía a Don Chucho (El señor que me cuida el coche), tenía que ir al cajero y pues no se me antojaba tanto. Ya mas entrada la mañana, the gut roared (me rugió la tripa) y la idea del café y la Dona seguía chingue y chingue. Así que para engañar al antojo me decidí servir un café de la oficina.

Muy alegre fui a la cocina a buscar mi taza.

Mi taza es una taza muy simple que me traje de mi casa a la semana de entrar aquí, es blanca con el asa azul marino, sobria, nada llamativa y cool por que es mía. Unos prefieren tener tazas con dibujos, hay un par de personas que tienen de esas tazas que están tan de moda de un solo color con nariz y una cara pintada. Hay otros, como los que trabajan por outsourcing, que todo lo que recibieron de aguinaldo de Recursos humanos en línea, fue una taza horrorosa con su nombre y llena de dulces.

Se puede reconocer las tazas de los veteranos por que traen el logo del Banco cuando no habían llegado los españoles a comprarlo.

Maru por ejemplo usaba una taza bastante feita, para empezar era de esas tazas «de novedad» que estaban hechas inclinadas y parecen chuecas, estaba ya muy despostillada y encima tenía dibujado un arcoiris y decía «Acapulco». Definitivamente una taza non-fashion. Ahora ya usa una taza que le traje cuando me fui a NY, es amarilla y tiene un taxi pintado y dice «New York». La compré en el aereopuerto de regreso por 3.99, me sacó del apuro, quedé bien y sustituyó a una taza de mal gusto, una ganga.

En fin, llegué a la cocina en busca de mi taza, abro la gaveta y entre la promiscuidad de tasas y vasos no veo la mía. Obviamente después de tanto desuso, alguien la vio sin dueño, se la aperró y la usa regularmente. Chin!

Medite unos minutos acerca de que si era conveniente beber café en otra taza. No me gusta tomar café en tazas ajenas, me gusta MI taza. Aparte me daría pena que alguien me viera con su taza.

Fue entonces cuando me acordé de Blanca que no trabaja aquí desde hace un año y al irse no se llevo su taza. No la culpo, es una taza horrorosa, tiene el dibujo de un gato encrespado caminando por una cerca de picos, murciélagos volando y una casa de aspecto lúgubre al fondo. Es, evidentemente, una taza de halloween, que es otra cosa que no me gusta, las tazas de temporada. ¿Cómo es posible que a mitad de la primavera alguien beba café en una taza de Navidad o día de brujas?

No tiene sentido tener una taza que puedas usar una vez al año.

Pero bueno, guarde mi orgullo y tomé la taza en cuestión y fue justo antes de servirme cuando me acordé que en uno de mis cajones guardo celosamente un Coffee-Mate desde hace poco mas de un año para emergencias como ésta, regresé a mi lugar por él cuando se me aparece Maru con un asunto algo urgente que atender, así que lo atendimos y pospuse la servida de café un poco mas.

Atendida la emergencia regresé a la cocina. La taza en el mismo lugar que la había dejado (sobre el microondas) y en mi mano el Cofee-Mate añejo.

Si en algo soy picky, (por no decir mamón) es en la fecha de caducidad de las cosas, así que antes de servirme el Cofee-mateme me fije en la fecha: 14 octubre 2005,wow! ¿Pues, cuánto puede durar un Coffe-Mate? ¿Qué pasará el 15 de octubre de 2005? ¿Se pondrá verde? ¿se hará pasta? ¿hará combustión espontanea?, el mundo nunca lo sabrá.

En fin, serví los polvos blancos a la taza de halloween horripilante y me di cuenta con horror de que no había azucar! Uta! Cuanta pinche contrariedad!.

Para entonces el café dejó de ser un gusto, y se convirtió en capricho. «Ahora me lo tomo por que me lo tomo», así que me serví.

No me gusta revolver el café, me gusta poner todo antes en la taza y dejar que el chorro de líquido caliente y oscuro haga la labor revolvedora de forma natural.

Tome la taza, la envolví en unas servilletas con el doble proposíto de proteger mis manos al calor y ocultar el espantoso dibujo del gato halloweenesco, y me fui a mi lugar. Me senté, tome la taza de su asa, paré el meñique, sonreí triunfante de haber salvado todas las adversidades que la vida me puso antes de poder probar el néctar extraído de tan nobles granos, y bebí…

Me quemé la lengua… Gacho… No creo poder saborear nada el fin de semana…

Existe un Dios, tiene una cadena de farmacias y no quería que tomara café hoy… al fin, lo entendí.

La Taza horrible.


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