El viernes por motivos de «seguridad» salimos temprano. 4pm. La mayoría estaba muy contenta.
El metro iba inusualmente lleno. Muchas estaciones estaban cerradas. Gran parte de la multitud, se apeó en la estación mas cercana al Zócalo.
Me empecé a fijar en sus rostros y apariencia en general tratando de suponer silvestremente sus motivos para estar en esa zona de la ciudad en momento tan conflictivo.
Algunos iban evidentemente al mitín de AMLO otros eran mas díficiles de leer. Probablemente gente que vivía por la zona, gente que trabajaba por la zona. Estudiantes cuyas escuelas estaban cerca y no podían tomar otra ruta, tal vez despistados que planearon alguna ida al centro con mal timing. No me fue posible generalizar. Eran personas comunes y corrientes.
En un momento pasó un grupo nutrido de personas gritando consignas, repetí el ejercicio y pues no, de no ser por detalles obvios como el banderín o la playera era imposible distinguir algun otro rasgo en común. Pensé luego en sus motivaciones, ¿cuántos estarían ahí por requerimiento y cuantos por convicción?, ¿Cuántos seguirán ciegamente a su líder y cuántos cuestionarán sus actos?, imposible de distinguir a simple vista.
De haberme enco ntrado cualquier otro día alguno de ellos, probablemente ni los hubiera notado, pero tampoco hubiera sentido ese sentimiento tan espontáneo de desapruebo que tuve. Damn!
AMLO a estas alturas me es anectdótico. Lo que realmente me gustaría es comprender a todas esas personas que lo siguen convencidos con tanto fervor.
Ya en la noche después del Show hubo reunión en el nuevo nidito de Amor de mi amiga la Chiaparrita. Afortunadamente no se habló (mucho) de política y el ambiente estuvo relajado. (El alcohol ayudó por supuesto.