Durante el vuelo de ida pude ver «Where wild things are» y aparte de que la experiencia en pantallita de avión no fue lo mejor, la película me dejó a medias.
De lo primero que hice al llegar fue apagar la función de transmisión de datos del teléfono, por que hay leyendas que en el extranjero cada byte de datos que llega al iphone te roba un pedacito de tu alma y al final de tus vacaciones te conviertes en un ser sin sentimientos, moral ni esperanza en la vida, algo así como xxxx.
Si algo tuvo el viaje fue una alta proporción de gente amable en posiciones de servicio, como la chica de la renta del auto que nos advirtió que No olvidaramos sacar el cadaver de la cajuela.
Si yo estuviera tan de buenas en mi trabajo…
La primera parada fue un Outlet grande grande como a 40min de Las Vegas. Ahí hicimos harta compra.
Entre otras cosas compré unos trajes baratos a un judio muy amable que no se cansaba de decirme que me estaba dando un súper precio.
Después de habernos gastado la dolariza era urgente ir a recuperarse a una mesa de Black Jack, Bacará o Serpientes y escaleras, así que nos regresamos a la ciudad a hacer login en el Hotel.
Esa noche los dioses del azar no me tuvieron misercordia y ni el jabón ven dinero me ayudó.
Llegó la hora del show.
La verdad es que la desición de haber ido a las vegas fue con toda la intención de pasar a ver «Love» del Circo del Sol, de ahí en fuera cualquier otra cosa fue superflua.
Que cosa mas bonita.
Las luces, las coreografías, los brincos, las maromas, los trapecistas, el vestuiario, los props, el escenario, la música (of cors) que cosa tan bien hecha.
Acabé catatónico al borde de la lágrima, (y medio jarra por que me sirvieron un trago en un vasototote…).
Mi recomendación a todo aquel que guste de los Beatles y un buen show, mate, robe, viole y/o defraude si es necesario, pero que vaya a verlo.
Al otro día ya mas descansados y yo mas tranquilo, nos paseamos por las zonas del hotel mas turísticas, el buffete y el jardín secreto de Sigfried y Roy.
El jardín secreto de Siegfried y Roy, aparte de sonar como título de película porno gay de bajo presupuesto, es una zona del Mirage donde hay delfines y además están los famosos tigres blancos que se comieron a uno de los magos.
Los tigres están muy chulos e impresionantes y recien habían nacido una parejita nueva y aunque parecían de peluche les preparan hielo con sangre para que juegen. (!)
Después de pasar a felicitar a los tigres por su año, hubo momento de casino, donde por fin una de las máquinas cooperó con unos sietes bien puestos ¡yeah!.
Esa noche para no pensarle mucho nos fuimos al Rio (El hotel, no la canción de Duran Duran) a ver si conseguíamos boletos para el show de Penn y Teller. No solo conseguimos boletos sino que comimos en un buffette de Mariscos boenísimo y platicamos con una pareja de gringos amables en la fila que resultaron de Scranton (El pueblo de The Office) y fueron mis héroes por 10 minutos.
El show de Penn y Teller estuvo bueno. Buenos trucos, humor, sarcasmo, una mujer cortada en dos (La versión Gore), tragafuegos y balazos.
Un detalle muy simpático de los Magos es que al final del show se dejan fanfromhellear del publico, tomándose fotos y autografiando todo. Me cayeron bien. Teller hasta habla!
De ahí nos fuimos al Strip viejo a ver toda la onda del techo que se enciende y el show pero, como ya era tarde y hacía frío no había mucho ambiente. Apenas una sola chica que enseñó sus boobies a cambio de un collar de bolitas. Como lo vió en Discovery Channel E!
Al otro día apenas nos dio tiempo de desayunar en el ihop y gastarnos lo poco que nos quedaba.
Durante el vuelo de regreso vi la película «Mis parpados son negros por dentro» y me tuvo interesadísimo hasta que aterrizamos.
Fue un muy buen viaje, estoy evitando ver mis estados de cuenta para seguir disfrutandolo.