No me considero muy bueno aprendiéndome nombres y relacionándolos a las caras. Casi siempre cuando voy a un restaurante se me olvida el nombre y la cara del mesero que me atiende, y me condeno a que, en caso de requerir algo, ande a la deriva buscando a alguien que se apiade de mi aunque no sea su mesa.
En pocas ocasiones justo cuando se está presentando el mesero, me acuerdo de mi mala memoria y hago un esfuerzo por asociar el nombre con la cara. No es muy frecuente, pero me siento muy ganador cuando logro referirme al mesero/a por su nombre y agradecerle el servicio.
Un método para tratar de aprenderme los nombres desde un inicio es buscar relacionarlos con algún tocayo familiar o famoso. No tengo problemas, cuando me presentan a alguien con el nombre de mis hermanos o familia cercana, una Edna, por ejemplo siempre será Krabappel, un Enrique -> Peña nieto, un Ramón (O Germán) serán siempre Valdéz, etc.
La técnica me ha funcionado, pero para nada es infalible. Tenemos por ejemplo el caso del ex-novio de mi prima de nombre Paul. Inmediatamente lo asocie con el Ex-Beatle y nunca titubeé al referirme a él. Al tiempo finalmente cortaron y mi prima se consiguió otro novio (ahora esposo) de nombre John (o Johnatan). ¡El terror! Vivo con el miedo de llamarlo con el nombre del ex-novio, o en una menor regada decirle, George, o Ringo.
Recientemente entro un nuevo compañero a la oficina de nombre Noé, Mi mente en autocorrect lo asoció a un nombre bíblico, pero no tuvo la suficiente sagacidad para asociarlo al pasaje del diluvio, ya le he llamado Abraham (como el de Walking Dead), Isaac (como el cantinero del Crucero del Amor) y Moisés, ps como Moi…
En fin, faltan 43 días para la primavera.