Ya llevo un par de meses sin auto y aunque extraño escuchar las noticias y no tener que preocuparme como regresar a casa los fines de semana por la noche, puedo decir que estoy cómodo con el transporte público.
Una vez vi a muchos payasos transbordando en el metro tacubaya.
Es incómodo el traje y la corbata, pero no me imagino tener que arreglarte tanto para irte a trabajar. Andar dando pasotes con esos zapatotes no ha de ser cómodo.
Otra vez vi a un señor con dos estuches de celular en el cinturón, los dos vacíos. Y pensé que una de dos, o ya se los robaron o el señor vive paranoico de que se los roben y se los quita del cincho cuando sube al metro.
Cualquiera de los dos escenarios sería triste.
También me he encontrado algunos compañeros de la oficina en el recorrido subterráneo, e incluso me he topado un par de veces con Alejandro Nava (a.k.a «Eso») amigo de cuando trabajaba de cácaro y que tenía varios años de no ver. Eso me dio mucho gusto.