La hora extra del cambio de horario apenas me alcanzó para medio reponerme. Quería alcanzar a ver algo del Maratón, así que me levanté muy temprano y diligente casi como si fuera yo quien iba a correr.
Ahí en la Minerva ya había un gentío de gente dispuesto a echar gritos de ánimo a la menor provocación.
Segun mis cuentas, si el circuito era de 10km, nos iba a tocar ver a los corredores cada media hora. Así que después de la primera vuelta me busqué un lugar para desayunar. Después de la segunda traté de acercarme mas a donde era la meta, pero resulta que entre la multitud y que había una grada para la que se necesitaba boleto, no pude llegar.
Resignado me regresé al hotel para vivir el deporte como se debe. Con aire acondicionado y sentado comodamente.
Cuando terminó la carrera, recogí mis cosas, y me fui a ver a mi amigo Fer quien para reponer el plantón del jueves, me había prometido una relajada tarde de cerveza, deportes televisados, juegos de cartas y una buena birria. ¿Cómo decir que no?
Me fui temprano al aeropuerto para ver si podía cambiar mi vuelo mas temprano, iluso de mi, por que toda la OEA había llegado antes que yo y había una lista de espera casi tan larga como la de los Lonches de Doña Amparo.
Asi que estoy en el aeropuerto matando el tiempo y viendo la ceremonia de clausura esperando que no me toque la hora nacional al llegar a casa.