A mi tía Guille, hermana de mi mamá, octava de 10 hermanos, le diagnosticaron Cáncer hace algunos meses. Mese que no fueron fáciles para los hermanos de mi mamá.
No se puede decir que era muy cercano a mi tía, pero en una familia tan grande como la de mi mamá, esperaba mucha pena concentrada.
El día en la oficina no fue bueno, en parte por cualquier cantidad de problemas laborales conjugados y en parte por la sensación adelantada de pena.
Al salir fui al velorio, y a pesar de que quedaba muy cerca, me fui despacio y pensando. Pensando desde los recuerdos mas vivos que tengo de mi tía, hasta que si decidió morir en Luna nueva, en el cumpleaños de Mozart, en viernes… etc.
Llegué al velorio y, a diferencia de la mayoría de los velorios a los que había asistido hasta entonces, la mayoría de las caras eran familiares. Entre la gente encontré a mi madre y la abrazé sin decir nada, lloró, sentí su dolor y lloré con ella.
Saludé y abracé a cada uno de mis tíos sin decir palabra. Mi abuelita, a sus 93 años, con los ojos bien abiertos y una sonrisa en la cara saludaba a todo aquel que le ofrciera en pésame. Aparentemente tranquila.
Prácticamente Toda la familia estuvo ahí, incluso familares que tenía muchos años de no ver. Me presentaron amigos de la infancia de mis tíos, vecinos y viejos conocidos.
En el centro del velatorio estaba el ataud abierto, decidí no asomarme y quedarme con una mejor imagen de mi tía.
Por alguna extraña coincidencia, me encontré con Armando y Nora, quienes estaban velando a la abuelita de su amigo Marcos. A pesar de las circunstancias me dio gusto verlos y tenerlos cerca.
A la hora que nos fuimos, estaba lleno de extraños, al menos para mi, pero conocidos de algun miembro de la famila que esperaba compartir el dolor.
El sábado regresamos a los velatorios muy temprano, hubo una misa.
Me disgustó la misa, o mas bien la actitud del sacerdote, hablaba con mono-tono y prisa, como merolico del metro, lo sentí sin la mas mínima convicción, como si estuviera haciendo un trámite burocrático (que así debió de haber sido), pero con el torrente de sentimiento que había presente, se me hizo hasta ofensivo e irrespetuoso para los creyentes presentes.
No creo que nadie mas se lo haya cuestionado.
Cuando anunciaron que se iban a llevar el cuerpo al panteón, ví a mi abuelita llorar, como si al fin le hubiera caído el veinte.
Creo que lo mas difícil de la experiencia, fue el ver a tanta gente que quiero sufrir y no poder hacer nada para evitarlo. Sufrí con ellos, como si así pudiera mitigarles el dolor.
Somos tan fragiles . . . [ y tan poco conscientes de ese estdo ]
Saludos animosos mi estimado.
La muerte esa visita tan inesperada que tarde o temprano siempre llega…
Un abrazo muy abrazoso…
un abrazo