Y así, con las proteínas, azúcares y cafeína necesarias nos lanzamos al principado de Mónaco a ver con que agente secreto y personalidad del «¡Hola!» nos encontrábamos.
Mónaco, se encuentra a unos 45 min al este de Antibes, que es el pueblito francés donde radica mi amigo.
La mayor parte del Principado (si no es que toda), esta constriuda en un risco y esta llena de edificios con departamentos vacacionales de alta alcurnia (Algo así como las Brisas de Acapulco meets Villa Olímipca pero con un mundo de mas clase).
Para moverse entre los niveles de la ciudad existen elevadores públicos.
El gusto de la princesa se ve reflejado en los pasilos de los elevadores públicos que ya los quisiera Durazo en alguna de sus casas.
Caminamos, subimos y bajamos por las calles de Mónaco hasta llegar a su Catedral. Yo tenía miedo de entrar por que me resistía al Tour de Iglesias Europeo que según yo a la cuarta o quinta iglesia ya es muy difícil encontrar la diferencia.
Total entramos a la catdral, y si, estaba bonito el templo.
De repente la iglesia se empezó a llenar de gente, y no es que los Monaquescos (Monaguillos, Monquiquis, Monacanos, los que viven en Mónaco pues) sean muy devotos, sino que se acababa de soltar tremendo aguacerón que hizo a todos los turistas y nativos que andaban cerca se metieran a la iglesia para resguardarse de la ira divina.
Cuando la lluva amainó, aprovechamos para visitar el Acuario y Museo Oceanográfico de Mónaco a una par de cuadras de distancia.
El Acuario y Museo Oceanográfico de Mónaco, dícese ser uno de los mas completos y grandes del mundo y lo pudimos comprobar.
La parte del acuario tiene un surtido bastante impresionante de especies que se mantienen en estanques con agua de mar que de manera continua se bombea desde 50 metros en la profundidad del mar y pasa por varios filtros para mantenerse fresca.
Tiburones, rayas, pescaditos como Nemo, Hipocampos, Medusas, Estrellas de Mar, Anguilas, Langostas, cangrejos, Morenas, Rubias, Pelirrojas, uff… acabé con antojo fuerte de un cevichito de pescado.
La parte del museo estaba igual o peor de interesante, tienen el esqueleto de una ballena, entre otros animales grandes del mar como delfines, orcas y Cachalotes (Le Cachalot). Así como una colección de especies marinas raras y artesanías de épocas y culturas surtidas con motivos marinos y/o hechas con elementos traídos del mar como colmillos de Cachalote o Carey.
El museo también tiene su ala dedicada a la parte de la exploración del mar y hay en exposición muchos instrumentos de principios de siglo con éste propósito. Como un par de trajes de buzo que parecen sacados de novela de Julio verne.
En general un museo bastante interesante.
A la salida como todo museo contemporaneo, existe la tienda para el bonito regalo y el bonito recuerdo, donde pude ver que aunque el Museo sea de Mónaco el souvenir chino, de mal gusto y encima caro, es universal.
En algunos cientos de años estos mismos souvenirs son los que van a estar en los museos («Exposición de imanes para el refrigerador de finales del siglo XX y principios del XXI»).
De vuelta a las calles del principado y ya sin lluvia, decidimos que era un buen momento para ir a comer y nos pusimos a buscar un buen lugar. No tardamos mucho en ponernos menos exigentes y conformarnos con uno que estuviera abierto. Así fue mas fácil.
Después de comer tomamos rumbo hacia el Casino de Monte Carlo, y conforme ibamos llegando la zona se iba poniendo mas y mas fancy. Ventaneamos por tiendas de Gucci, Prada, Armani y otras cuyos nombres no recuerdo pero donde dicen que hasta preguntar el precio es de mal gusto.
También los autos en el camino empezaron a mutar en modelos cada vez mas mamones. El mas jodido traía un Jaguar del año y eso por que seguro le tocaba el Hoy no circula al Bentley.
Cuando llegamos al Casino me preocupé porque no traía mi Smoking y pues no iba a poder el gatazo de agente secreto. Y aunque el código de vestimenta del Principado dice que con que no andes corriendo en pelotas por las calles es suficiente (No es choro), dentro del casino se tomaban muy en serio el asunto del atuendo, la pura elegancia.
Al entrar nos recogieron las cámaras y los celulares, por lo que no pude tomar fotos. Así que para desquitar mis 10 Euros de Cover decidí sentarme en una mesa a jugar algo y pedirme un Vodka Martini al menos Eso fue justo antes de ver que el límite menor para sentarse a jugar a una mesa era de 200 Euros. Así que movimos nuestros turistos traseros a la zona de maquinitas donde jugue humildemente 20E y así humildemente los perdí.
Como nota curiosa vale mencionar que en ningun lugar del casino de Monte carlo alcancé a ver al conejito con moño de la lotería o al burrito de Anahuac.
Salimos del Casino mas ligeros de dinero y recorrimos las calles (y escaleras-de-98-pinches-escalones) de Mónaco hacia el auto, para emprender el camino de regreso a Antibes.
Me gustó. El glamour y lo caro es lo mío. Regresaré cuando ya me haya ligado a Athina Onassis.
Pero que cosa màs chingona.
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wow, estuvo bueno el relato. Voy por los demás =)